jueves, 3 de diciembre de 2015

AMADO ACTOR

ACTOR

            Tu afición por las tablas la despertó Don Pedro, ¿verdad?

Sí, pero déjame hacer una introducción, porque cuando la magia de la farándula me poseyó por primera y definitiva vez fue aquél verano de tránsito en El Escorial, donde recalamos a la espera de que acabasen el piso a donde nos trasladábamos desde Toro. De vez en cuando, Juan, un adolescente admirable, montaba un  teatro de marionetas, inválido él, desde su silla de ruedas, y nosotros los críos vecinos del patio, sentados y boquiabiertos, seguíamos las peripecias de la bruja y del ogro que siempre acababan a palos. La emoción me aflora en la piel recordando aquélla función. ¡¡Cobraban los muñecos una vida tan real en nuestra imaginación!!
 No sé. Yo creo mucho en la determinación genética. Pero no me cabe duda de que, como bien decías, Don Pedro Dicenta  fomentó y estimuló mi afición al teatro, que ya había brotado en El Escorial. Con qué cariño recuerdo “El sacamuelas” y “El motete” y “Sangre gorda”. ¡Que experiencias iniciáticas más entrañablemente inolvidables!

            Déjame a mí evocar una escena como espectador, que tú eras actor.
-Si, yo era precisamente el sacamuelas.
...Y tenías que gritar “¡El sacamuelas, el sacamuelas!” al tiempo que agitar una campanilla con fuerza.
-Y lo hice con demasiada fuerza

            El crío aparece en escena, la campanilla en la mano, sacudiéndola violentamente y repitiendo como un profesional su grito de guerra “¡¡¡EL SACAMUELAAAAS!!!!, ¡¡¡EL SACAMUELAAAS!!!”, cuando, de repente, zaca!, sale la campana despedida, el mango queda en su mano. Son unos segundos sólo de desconcierto. Amado tiene un amago de pánico, imperceptible salvo para él, pero reacciona e improvisa, recordando las instrucciones de Don Pedro (improvisad, si os falla la memoria, si ocurre algo imprevisto, si se os olvida la letra, que el público no se dé cuenta, longaniza al canto). “¡Tolón, tolón!” Es tu voz la que suelta la onomatopeya que la imaginación del público entiende. ”¡¡TOLÓN, TOLÓÓÓÓN...EL SACAMUEEELAAAS!!!”
             La posterior felicitación de Don Pedro sería tu mejor recompensa.

            Tu afición teatral bulliría siempre “ahí dentro”.
            Una vez fue en la parroquia, a cuyo grupo cultural te acercó tu inseparable amigo JuanJosé, creyente practicante y consecuente donde los haya, preocupado por tu alarmante huída hacia las estrellas y más allá,  confiando en “reintegrarte” al rebaño. En la parroquia los ensayos y representación de una obrilla, “El limpiachimeneas” (yo era Julián, el mayordomo del marqués, cuya autoría no figura en la copia que conservo) te alegrarían una buena temporada y el gusano teatral otra vez se removió en tus tripas. Aunque Juanjo se percató de que tu cercanía a la parroquia sólo era “teatro” y lo intentó de nuevo, regalándote aquél libriño de Miguel Fuste Ara titulado “El maravilloso mundo de los animales”, en cuyo prólogo el autor señala, premonitoriamente, que también va dirigido “a los educadores a quienes compite la noble tarea de hacer comprender a sus discípulos la grandeza de la Creación”: Muchos años después, tú intentarías hacer comprender a los tuyos la grandeza de la Evolución. Esta vez sí hubo un acercamiento a “la obra del Creador”, pero ciertamente, las distancias ya eran insalvables.
          La última experiencia teatral anterior y quizás la más satisfactoria, por más plenamente vivida, a pesar de ser incompleta, la tendría cuando, estudiando Arquitectura, (estuve dos años intentándolo estúpida e infructuosamente, pues estaba cantado que yo sería incapaz de hacer semejante carrera), me metí en el grupo de “Teatro de Arquitectura”. Fue una de las vivencias más enriquecedoras de toda mi vida. Aquél grupo admirable anunciaba un mundo nuevo. Eran personas libres, sanas, ilusionadas, activas y luchadoras. Qué veladas de conversaciones alegres y optimistas, soñadoras y confiadas en sí mismas. Gentes así hicieron posible la salida del túnel, dieron a luz un mundo nuevo, parieron un sol de posibilidades. Ellos fueron los padres de la democracia y no los que así se proclaman. Nos daban las tantas de la madrugada, y yo me sentía como un aprendiz de hombre. Había tantas mujeres como hombres, o más. Y ellas eran más admirables aún, porque mayor era su lucha. Era un ambiente desinhibido, pero extremadamente sano, amable y entrañable. Inolvidable. La igualdad era su lema. El carpe diem su modus vivendi. Esto va a confundir al amigo lector. Eran cualquier cosa menos pasotas (asquerosa palabrota). Con qué ilusión ensayaban, aportaban ideas, trasnochaban... Yo no tenía tiempo para ensayar, tenía clases por la mañana y academia por la tarde. Si seguía en Arquitectura, ya tendría tiempo de integrarme totalmente. Ayudaba con la tramoya, con los decorados, cortando las planchas de poliexpan... Y era uno más del grupo, como tal me trataron siempre. Me sentía acogido, apreciado, querido. Todos estaban en cursos superiores, yo era un novato. Pero sólo yo pensaba eso. Para todos era uno más de la familia.  El 22 de diciembre del 68 (sí, fue aquél año!!) “representamos” en el Teatro Español las églogas de Juan del Enzina (“Enzina 68. homenaje-revisión”), en la dirección Javier Navarro y Feliciano Giner. 

¡Qué emoción andar de acá para allá por los pasillos y camerinos, tras el escenario de tan importante teatro! ¡Era el 68! “Hoy comamos y bebamos, que mañana moriremos” cantaban los pastores... pero los actores con esas canciones cantaban más que un carpe diem lúdico: cantaban a un carpe diem liberalizador, carpe diem transgresor, carpe diem trascendente.  ¡Era el 68!! En el folleto se decía que “Esta revisión culmina en el tratamiento dado a las églogas profanas, tratamiento que constituye una nueva forma teatral como concepto escenográfico dinámico y vivo”. Estoy seguro que a las “autoridades competentes” les dieron ganas de meternos en la cárcel a todos: ¿églogas profanas? ¿concepto dinámico y vivo? ¿Hoy comamos y bebamos...? Mucha bilis tuvieron que tragar aquellas autoridades aquél y los siguientes años. Y estos grupos de teatro independientes, innovadores y, lo diré claro, revolucionarios, fueron autores, actores y directores del destino que España se daría pocos años después. Ellos, y no los otros. Los otros prostituyeron ese destino que, sin embargo, sigue abierto a la libertad, a la esperanza de un mundo mejor. Gracias a ellos. A pesar de los otros.

Javier Navarro de Zuvillaga
            Comienza su actividad teatral como actor en el TEU de la ETS de Ingenieros Industriales en 1963, trabajando con David Ladra y Miguel Ángel Bilbatúa.
            Funda en 1965 el "Teatro de Arquitectura" en la ETS de Arquitectura de Madrid en la que realiza sus estudios; con este grupo dirige, entre otras obras, Rómulo el Grande de Dürrenmat y Enzina 68, con églogas de Juan del Enzina, llevada al Teatro Español de Madrid en 1968.
            En 1968 se licencia como arquitecto y crea el "Teatro Independiente de Situación", grupo con el que monta en calidad de director El juego de los insectos de los hermanos Kapek en el Teatro Marquina de Madrid en 1970.
            En 1971 se doctora en "Teoría del Diseño" en la Architectural Association School of Architecture de Londres.
            Desde 1980 hasta la actualidad desempeña la cátedra de Perspectiva en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

             Y cuando el Maestro nació en ti, afloró también esta vocación y también fuiste feliz dándole salida, proyectándola también en tu alumnado. Nada más llegar a Esteiro ya hiciste algo, pero te encontraste aquí con José Agrelo y entonces te hiciste a un lado, claro, que Pepe Agrelo hacía tiempo que era mecenas de esta expresión social en actividad escolar (pero no solo escolar), y te limitaste a colaborar con él, con ilusión, filmando sus representaciones escolares (O espantallo, Os soños na gaiola...).
             Conocí a Pepe Agrelo, o director de teatro, antes de conocer a Don Xosé Agrelo, o Mestre. Aún vivíamos en Baiona, y fue un día de verano en Noia, vimos que había teatro en el Ayuntamiento. Noite de Lobos. Fue impresionante. Quién me iba a decir que coincidiría con Agrelo años después, mestres los dos, en Esteiro. Aquélla función reavivó en mí el gusanillo del teatro, recordaste el Juanjosé, de Joaquín Dicenta, por alguna extraña asociación de ideas, volviste a recapacitar sobre la importancia del teatro como revulsivo social y cultural y te decidiste a llevar al teatro a tus alumnos como recurso de comprensión y de expresión personal y colectivo
             Y así, no te resististe a buscar válvulas de escape que te permitiesen aportar tu granito de arena, tu personal toque en el escenario de los festivales de Navidad, de Fin de Curso...
Un hito para ti fue aquélla representación que dirigiste de una emotiva obrilla que escribió una alumna tuya: El escenario en dos mitades: a un lado, las mujeres “viudas dos vivos” añorando en Navidad a sus maridos que, al otro lado, añoraban también sus hogares. Cartulinas azules eran las olas que agitaban el mar que los separaba.
            Si hasta te atreviste, sordo como eres para la música, a dirigir a toda tu clase convertida en coro y llevarla al I CERTAMEN DE VILLANCICOS, y aún volverías al año siguiente. Sé que te emocionaste...
             ...el primer año ni siquiera me atreví a subir al escenario con ellos. Allí arriba,  solos, se portaron con dignidad y dieron el dó de pecho. A mi me hicieron llorar. Al año siguiente, con los mismos críos, me prometí que subiría con ellos, que por ellos aguantaría el bochorno de la exposición pública de mi analfabetismo musical, pero arroparía, esta vez sí, a mis queridos niños. Se volvieron a portar, no dieron la nota. A mí no me importó darla.
También fue emocionante la puesta en escena de la canción de Ana Kiro “O Serpent” que para el festival de fin de curso de 1990 preparaste y cantaron tus alumnos, era el centenario de uno de los naufragios más dramáticos de la Costa da Morte. Toda la clase entonó la preciosa canción:
            Y en la intimidad del aula siempre había ocasión para que los alumnos recitasen “La canción del Pirata” de Espronceda, dramatizasen pasajes de obras clásicas o modernas...
Tu último año en Esteiro se trasladó Agrelo a Muros y entonces hiciste el montaje y dirección de la obrilla de tu hermana Ana, “El duende que vino del sol”, que también pasaste al gallego, claro. Además de la adaptación, en colaboración con un compañero, Don Manuel, del AUTO DE LOS REYES MAGOS. Inolvidable aquél día. Fue, además de tu despedida del colegio de Esteiro, el telón a “El Maestro”.
            El año siguiente empezarías como “Profe” en el IES nuevo, inaugurado el año anterior por exigencia del “guión” de la nueva reforma educativa, que convertía a colegiales en bachilleres y a maestros en profes. Todos salieron perdiendo. Los Maestros intentarían seguir siéndolo, pese al nuevo apelativo, pero muchos fuisteis los que no lo conseguisteis, porque el cambio no era esta sóla vez de nombres (ya hacía años que el de maestro se había cambiado a Profesor de E.Primaria, y luego de nuevo a maestro, o mestre): el alumnado entraba en el ies como un sioux en territorio  comanche; los horarios de Profesor eran un adoquinado piso para el paso pausado que el maestro tiene que llevar; la asociación de nais se creyó también “ascendida” de capitán de guardia de los Maestros a capitán de corps de profesores; la Administración, como siempre, mirando para otro lado. Pero ya estoy de nuevo adelantando acontencimientos.

lunes, 30 de noviembre de 2015

AMADO MAGO

MAGO
            Otra afición-vocación infantil que nunca te abandonaría sería la MAGIA. Los Reyes Magos la despertarían dejándote el libro “Juegos de Manos”  del profesor Boscar.


             Cuántos ratos pasaste preparando y realizando a solas muchos de sus trucos, todos no, que los había irrealizables sin accesorios, de los que no disponías. Pocas veces tuviste público. Las lecturas de las hazañas de Hudini terminaron por hacerte la ilusión de que tú llegarías a ser un gran Mago. Pero la verdad es que no lo veías muy claro. Te faltaba agilidad en las manos, destreza con los dedos... No te deprimas, tendrás suficiente magia para tus nietos.
            Como la tuviste para tus alumnos. ¡Cuántas horas de “magia” preparaste en el laboratorio escolar!: la luz que se encendía con sólo sumergir los cables en aquélla solución salina, o la que daba luz sólo con girar la bobina bajo los imanes. ¡Y cómo aquéllos tornillos se transformaban en imanes sólo enrollando un cable alrededor y conectándolo a una pila! ¡y montar con él un timbre!... tanta magia hiciste que realmente te sentiste un verdadero maestro en aquéllas sesiones...un maestro lo puede ser todo, hasta mago que hace cambiar líquidos de color, sacar hidrógeno del agua y luego ¡pum!, una explosión, aparecer cristales geométricos sobre un hilo húmedo, hacer subir el agua por un tubo...
            Y cuando saliste del laboratorio, al llegar la última reforma, la de la ESO, y te pasaste-pasaron a dar Matemáticas, te hiciste adivino y jugaste con los números, te hiciste geómetra y calculaste distancias inverosímiles, resolviste enigmas, construiste cintas mágicas, figuras imposibles, agujeros de papel por los que pasaba la clase entera, el triángulo pitagórico fue un rompecabezas múltiple, el rectángulo áureo, las espirales, el número pi, la cuadratura del círculo,... Como el ajedrez, la magia empezó y terminó al tiempo que empezó y acabó de armarse y desarmarse tu personal puzzle, a construirse y reconstruirse el Amado Maestro.

martes, 24 de noviembre de 2015

AMADO AJEDREZ

-A ver, Sabio, ¿tú que vas a ser de grande?
            Amado, para el tío Feliciano, era “Sabio”. Así le llamó desde siempre. Amado percibía como halago premonitorio el alias que le aplicaba el tío Feliciano. Y era un halago, aunque no una premonición. Amado, a sus 4 años, no contestaba, pero la respuesta le parecía obvia, seré “sabio”, pensaba. Intuía, porque saber no sabía, que ser sabio debía ser importante, porque el tío Feliciano  era algo así como el jefe del planeta, el amigo de Dios, que de vez en cuando iba a la finca de visita, desde su Olimpo (Madrid), donde él debía habitar palacios inimaginables. Y si el tío le llamaba Sabio, y con lo que le agradaba ese apodo, sería “sabio”.

CAMPEÓN DE AJEDREZ
            Hasta que aprendió a jugar al ajedrez. Su padre le enseñó. Y le regaló su primer libro: un manual de ajedrez que él había “heredado” de un amigo suyo de la guerra en cuyo recuerdo Amado se llama así, y del que nunca volvió a saber.



            Amado entonces “soñó con ser un gran campeón jugando al ajedrez”. 

Repetía una y otra vez “la célebre partida del barón y el aldeano” y se imaginaba emular hazañas semejantes. 
Muchos años después, Amado-el-maestro traduciría el texto de esa partida al gallego para sus alumnos:

A célebre partida do Barón e o Aldeán
            O Barón de Tunderstoken, despois de ser un bó soldado na súa xuventude, tíñase retirado ós seus dominios no país de Hartz, onde ninguén lle aventaxaba en cazar, pescar e xogar ó Xadrez.
            Nembargantes, un día, certo campesiño novo que pasara unha tempada en Viena, atrevéuse modestamente a desafiar ó señor Barón, preguntándolle se querería xogar unha partida, xa que se amosaba tan afable cós seus bós vasalos.
            O barón sonriu cunha especie de complacencia, mandóu traer cervexa e un xogo de Xadrez na sá baixa do castelo, instalóuse con toda comodidade no seu asento e preguntóu ó xove contrincante
            -Meu amigo, ¿querédes algunha peza de ventaxa?...
            -¡Oh! Nada diso, señor Barón. Prefiro ser vencido con tódolos honores da guerra.
            -¡Brava resposta, a fé miña!...Cando eu era novo, coma vós, alá no fervor dos meus vinte anos, tamén respostaba o mesmo. Empezade, xa están as pezas preparadas.
            Entón o aldeán xogóu
            1.CD3A
            O Barón voltóu sorrir e respostóu:
                        1.P4R
            O aldeán:
            2.CR3A         
            -¿Qué é isto, xove? ¿Qué faredes cós cabalos abandoados?...Logo terán que batirse en retirada. Tomade.
                        2.P3D
            -Paréceme que xa teréi tempo de protexe-la miña cabaleiría. Entrementres, xogo:
            3.P4D............ CD3AD
            4.P5D
            -Isto sería moi bonito se poiderades soster este Peón, máis paréceme que vos será imposible.
                                    4.CD2R
            5.P4R............. P4AR
            6.AD5CR....... P3TR
            7.AD4TR
            -Xove, se facedes esta xogada, o voso Arfil está perdido. Permítovos retroceder.
            -Moitas gracias, señor Barón, pero o feito, feito está.
            -Ben, ben. Non teño inconvinte.
                                    7.P4CR
            8.CRxPR
            O Barón, despois de ter observado un rato as súas posicións, exclama:
            -¡Cary! ¿Sabedes que se tomo o Arfil teño o Mate en tres xogadas? ¡Cómo é posible!..Tomaremo-lo Cabalo.
                                    8.PDxC
            -Imos ver, señor. Un xaque ó Rei
            9. D5T, xaque R2D
            10.ADxPCR.. A2CR
            11.AR5CD,xaque...... R3D
            12.AD3R................... P5AR
            13.AxPAR
            -Amiguiño, se abandoades as pezas deste modo, eu non teréi máis que ir comendo      13.PxA
            14.P5R, xaque
            O Barón empeza examinar fixamente ó aldeán, ata que, por fin, exclama:
¡Vive Deus! Xogades cun sangue frío admirable. O bó que agora non podo toma-lo Peón, porque logo perdería a Dama. Mirade: Xaque có Cabalo, obrigándome a matar e deseguido a Torre na casilla da Dama. Por fortuna, aínda podo poñe-lo Rei en seguro.
                                               ........... 14.R4AD
            15.C4TD, xaque....... RxA
            16.D2R, xaque.......... RxC
            17.D4AD, xaque....... R5T
            18.P4CD, xaque....... R4T
            19.D3C, xaque
            O semblante do Barón altérase todo e, sen decir unha palabra, retira o seu Rei           19.R4C
            20.P4T, xaque........... R3C
            21.P5T, xaque........... R4C
            22.P4A, xaque.......... R3T
            23.P5C. xaque Mate.
            O Barón fai un esforzo por sorrir, despóis murmura: -¡Cómo pode ser! Calculéi mal estas últimas xogadas...
            -Señor, ofrézovo-la revancha.
            -¡Gracias! ¡Moitísimas gracias! Deixarémolo para outro día. Esta tarde síntome fatigado e dóemr moito a cabeza.
(El libro está en castellano, la de arriba es la traducción literal al gallego que realicé para mis alumnos. También estaba pensada para un libro de “axedrez para nenos”, que finalmente quedaría sin rematar)

            El sueño se terminó en el primer torneo escolar que jugó, temblando como pajarillo en invierno y sufriendo para su vergüenza y oprobio el “Mate Pastor”. No dejaría de jugar al ajedrez, pero no volvió a tener aquél sueño. Él nunca sería un campeón, porque ningún campeón se habría dejado dar ese mate. Fue su primera vocación frustrada, pero nunca dejaría de ser una de sus aficiones favoritas. Y aprobaría esa asignatura pendiente ganando algún trofeo en Torneos de Ajedrez entre “Profesores de EGB” de Pontevedra, veinte años después.
Mi padre “utilizaba” la afición que él había despertado en mí: Apostaba dinero en cada partida, y al principio se dejaba ganar, porque sabía que yo lo gastaría en libros. Y así fueron llegando a “mi biblioteca” El Cid Campeador, Dik Turpin, Los Tres mosqueteros y las leguas, los globos y los cohetes de Julio Verne. Mi padre siempre miraba a las estrellas y más allá.
Pero si tú no llegaste a ser un gran campeón jugando al ajedrez, al menos sí que llegó un alumno tuyo: David Lariño fue campeón absoluto de España en 2008, después de ir siendo campeón en todas las categorias infantiles y juveniles en que fue jugando. Con David ya perdías cuando él tenía 6 añitos, pero también puedes presumir de ganarle por aquel entonces si te empleabas a fondo, y pocos pueden presumir de haber ganado a un, él sí, gran campeón. Ya se lo vaticinabas tú en el libro de las partidas de Karpov que le regalaste: Presiento que este es el comienzo de un gran campeón. De lo que no puedes presumir es de haberle enseñado a jugar. Si acaso, de haber hecho de sparring suyo en aquéllas sus primeras partidas. “Amado, tí moito pensas”, te decía después de 5 minutos de andar por ahí “cazando moscas” mientras tú planeabas el siguiente movimiento. -A ver, move que te toca, David. -Xa está. -Espera, espera, home, pensa tí un pouco tamén, non digo eu que esté mal eso, pero non sei, podías mover esta torre por exemplo... -Si, home, e despois, cando eu saque o alfil e ti movas o cabalo xa estou perdido.
            David tenía el gen (el genio) del ajedrez, que haberlo, haino. Y me recordaba lo que le dijo San Pedro a Napoleón, que andaba presumiendo, la mano en el peto de la casaca, de ser el mejor general de la historia mundial. El mejor general, le dijo, realmente es aquél. ¿Aquel, quién? ¿Atila?¿Carlomagno?¿Gengis Kan?.. No, no, el que está sentado. ¡Pero si es zapatero!. Lo es, lo fue, porque en su país y tiempo no hubo guerras. Pero su gen, su genio para comandar ejércitos y planificar y ganar batallas no lo igualáis ni tú ni ningún otro.
            Igualmente, si el genio (el gen!) de David no hubiese tenido delante un tablero de ajedrez, también habría pasado inadvertido. Yo no fui el primero en hacerlo, pero lo fui para tantos y tantos alumnos que si, como yo, no llegaron a grandes campeones, disfrutaron, como yo, de una gran y grata afición.

            Porque como realmente te realizaste en el Ajedrez fue con tus alumnos, tanto es así que yo diría que empezaste a ser Maestro justamente cuando empezaste a enseñar ajedrez a tus alumnos y organizaste, en Baiona, el primero de los muchos torneos de ajedrez que organizarías desde entonces, allí y luego en Esteiro y finalmente en Muros. Y diría más: diría que fuiste, que te sentiste Maestro hasta el año en que decidiste no organizar más torneos de ajedrez, treinta años después,  ya en de-construcción.

lunes, 23 de noviembre de 2015

REFLEXIÓN

UNA REFLEXIÓN

            La patria de un hombre es siempre su infancia. Y la infancia de un hombre dura mucho, hasta que tiene un trabajo diría y (bueno, entonces, para muchos niños yunteros, no dura mucho). Y de adulto, desde que encuentra trabajo, el hombre se refugia en sus recuerdos, en su infancia, y se niega a salir de esa su patria, y una y otra vez vuelve a aquéllos juegos, aficiones, rincones, paisajes, aventuras. Intenta recorrer la patria querida con su mujer-madre, con sus hijos-que-son-él, con sus amigos de entonces que lo son siempre...
            Un maestro tiene la fortuna de poder habitar su infantil patria también en la escuela, porque todos los alumnos son también sus hijos-que-son-él, de manera que, convertido en maestro, regresarías a tu patria, y volverías a ser mago y a ser actor y zoólogo y físico, arquitecto, deportista, astrónomo, ajedrecista, poeta. Llevarías al aula todas tus aficiones y volcarías en tus hijos-alumnos todas tus vocaciones para que ellos fuesen descubriendo las suyas. Mientras les enseñabas Matemáticas y Literatura y Geografía y Gramática... les enseñarías a ver cuando miran, a pensar cuando leen, a sentir cuando tocan, a soñar cuando respiran, a madurar mientras crecen, a vivir mientras sueñan... ¡y a soñar mientras viven!
            ¿Repetimos siempre la misma historia, damos vueltas eternamente en la misma espiral que se inicia desde la primera infancia y acaba en el primer trabajo? Creo que sí. Pero mientras todo el mundo lo hace como viaje interior recurrente, el Maestro realiza este viaje de puertas afuera, saliendo de su mundo interior y proyectando la sombra alargada de su pasado hacia el presente de su entorno socio-laboral, impregnándolo de sus experiencias, sus vivencias, sus aprendizajes, y lanzando el mensaje de su aprendizaje hacia el futuro de sus enseñanzas.

            Es afortunado el Maestro y es afortunada la sociedad que lo acoge cuando lo hace, que no es ésta, que no es ahora. Peor para ella. Peor para todos.

jueves, 19 de noviembre de 2015

DON PEDRO DICENTA

(El urogallo canta
y porque canta muere
¡pero el urogallo canta!)

IN MEMORIAM DE DON PEDRO DICENTA, MI MAESTRO, copio y pego la reseña que publicó Andrés Sorel en El País cuando falleció, de lo que no me enteré hasta muchos años después, para mi eterna lamentación:

El 22 de febrero, en Madrid, ha muerto Pedro Dicenta. Pertenece al patrimonio de la memoria selectiva: los hombres silenciados. Aquellos de los que no hablan los políticos en sus campañas. Quienes durante décadas fueron, en cambio, protagonistas de la lucha y la ética política, sufrieron todo tipo de represiones por alcanzar una España diferente. Los hombres que posibilitaron estos idus de marzo, desde la utopía y con una concepción diferente. Pedro Dicenta fue uno de los firmantes del documento conocido como de los 102 intelectuales, contra las torturas a los mineros asturianos. Año 1962. Fraga Iribarne intentó descalificarle. "Entre los firmantes", decía en su escrito represivo, "hay hasta un maestro de escuela". Eso era el nieto del autor de Juan José. Un maestro de escuela. Un luchador. Un amigo.En el cementerio, este 23 de febrero que por unas horas nos hizo recordar, afortunadamente ya es sólo aniversario, lo peor de la historia de España, un puñado de compañeros entonaron los sones de la Internacional. Las palabras es posible que esté gastadas, apenas se recuerden. Pero las ideas, sencillas, soñadas, nunca encarnadas, por las que vivió Pedro-Dicenta, arrancan más que lágrimas, desesperanza o fatiga a nuestros pensamientos: encarnan ese concepto de "fraternidad" tan poco usual en nuestro amargo presente político.
"Feliz noche eterna", Pedro Dicenta: supiste siempre que un sincero coro de amigos velaría y acogería, te acompañaría en tu sueño.-

THE END

EMPECEMOS POR: THE END

ORGANISMO: CONSELLERIA DE EDUCACION E O.U.
RESOLUCIÓN DE XUBILACIÓN

     En uso das facultades conferidas e previas as actuacións regulamentarias oportunas, declaro    a xubilación que a continuación se detalla:
     Apelidos e nome: --- Amado
     Corpo ou escala: MESTRES
     Tipo de Xubilación: Voluntaria anticipada incentivada LOE
     Anos de servicio ou período de cotización: 32 Anos 0M 0D
     Data de nacemento: 25/07/1949

                   Santiago de Compostela, 22 de maio de 2009
                         O Conselleiro de Educación e O.O.
    

            Todavía no has cumplido los 60, porque los cumples en Junio, y ya recibes la resolución de jubilación, que surtirá efectos desde el 1 de Septiembre
            Ya está, ya se acaba el curso, tu “derradeiro” curso. Ya estás jubilado. Acabóuse “Don Amado”. Adiós al maestro. Fin de la Historia. The End.
            …Lo de “DON Amado” tiene gracia, porque llevabas años intentando que así te llamasen los alumnos, y tus logros en ese empeño fueron ridículos, aunque el empeño no lo fuera. Claro que la culpa (como casi todas) también la tuvisteis vosotros, los maestros progres de tu hornada... pero de eso hablaremos luego,
            Tú sabes que ya habías dejado de ser MAESTRO hacía algunos años, aunque te resistías a aceptarlo, e insistías en ejercer como tal, pero la realidad era que últimamente sólo eras Profe (ni siquiera “Profesor”).
Acabóuse Amado, o mestre, o profe, o ninguén.
            Tu adiós a las armas, tu despedida, ¿sabes la de quién me recuerda?
            Claro que lo sé. La de mi maestro más amado: DON PEDRO.  Sí: Don Pedro también “abandonó” antes de tiempo, por motivos de salud primero, pero también (ésto lo supe mucho después, me lo diría él mismo), por agotamiento y derrota desilusionada del Maestro que era y que para mí fue siempre. Le encorajinaba desmesuradamente no conseguir que sus alumnos aprovechasen sus enseñanzas como él quería. Tal era la cólera que eso le causaba, que a menudo perdía los nervios y sus castigos físicos también eran desmesurados, aunque no para la época. El sufría mucho ese desmadre de su ira, y su corazón lo pagaba. Cuando se conseguía reprimir, que era muchas veces, su corazón también lo pagaba. Desarmado pues, tuvo finalmente que elegir entre su vida y su magisterio. Cambió radicalmente: dejó de utilizar el cachete (los suyos eran “ostias”), pero también de apasionarse con la enseñanza, dejó de gritar, pero también dejó de “enseñar”. Al poco tiempo se retiró definitivamente, así no quería seguir, o no podía, o ambas cosas. Después supe que la permanente represión política a que era sometido, fue la causa realmente determinante de su alejamiento de la escuela. Pero también es verdad que, tercamente, tú te seguiste sintiendo MAESTRO hasta hace bien poco,  aunque, desde luego, lo aceptaras o no, los alumnos ya no te veían más que como Profe desde justo el día en que “te trasladaste” al I.E.S., diez años atrás. Los padres son punto y aparte, porque muchos de ellos dejaron de veros a los maestros como maestros desde hace muchos lustros, y ni como Profesores os veían ya. Si acaso, “Profes de ESO”
            Pero bueno, te reconoceré algo: es verdad que el último año no pasaste de todo, no. Realizaste un último “experimento pedagógico”, impelido, eso sí, por tu hernia discal, que te había martirizado los últimos años, empeñado como estabas en explicaciones pizarriles que exigían contorsiones dorsales tan dolorosas, y justificado por las últimas “directrices” aconsejando técnicas de comprensión lectora en todas las áreas del currículum...un experimento pedagógico (comprensión lectora), pero tienes que reconocer que  también había ya  una caída de brazos,  recurrente: cada vez que te animabas a levantarlos, diciéndote a ti mismo, que esa pedagogía era un aburrimiento para los alumnos (¡y para ti!), que ya ibas teniendo la espalda bastante descansada y saltabas a la pizarra, “aparecía” alguno de los pocos indeseables mentecatos que en el aula había, (“moscas cojoneras” les llamabas tú), normalmente requete-repetidores malcriados, o malnacidos (genéticamente, digo), o abandonados (paternalmente, digo) y siempre maleducados (maternalmente, digo), con tódolos dereitos do neno, pero sin obligación ninguna, o, por lo menos, sin “penalización” ninguna por lo que hiciesen o dejasen de hacer, reventándote las ganas de volver a intentarlo, ya sin ánimo como estabas para semejantes batallas perdidas.       No valía la pena, te decías, tu espalda te lo agradecía y los alumnos que valían la pena, que haberlos, hainos, progresaban adecuadamente, sorprendentemente MUY adecuadamente, con la nueva aburrida y antipedagógica pedagogía de lectura comprensiva y explicación personalizada.
            Cuando ya no podías ser Maestro, aún pudiste ser Profesor. Ahora que ya no podías ser Profe, perdiste la vocación.
            Es cierto que tu espalda, herniada por varias vértebras, no estaba ya para muchos trotes (y mucho trotar solías tú, con tus dibujos lineales en la pizarra, tus ecuaciones, tus experimentos físico-matemáticos en el aula y fuera de ella, tus Obradoiros, tus acuarios, cogumelos y ajedreces…), no, ya no podías mantener ese tren de actividades y de vitalidad docente, pero lo peor es que ya no podías enseñar con pasión, como solías, no podías ser ya Maestro: los alumnos aún aprendían pero es que ya no querían aprender y tú no tenías ya recursos para que siguieran tus métodos: estabas perdiendo tu autoridad a pasos agigantados, al par que el profesorado todo, autoridad barrida por las mareas de consignas tipo: “dereitos do alumnado”, “aprender xogando”, “todos somos iguais”, “usar a memoria non é pedagóxico”, “¿Don Amado?, ¡Amado y vas que chutas!”, como te espetó un crack del respeto, “se o profe se porta mal, avísame, que vou alá”, como te contó una madre “muy responsable” que le había “instruído” a su hijo el primer día de instituto; “¿a ver, por que suspendeu o meu neno? ¿eh?”, “¿a que che denuncio, profe?”, “a ti que carallo te importa se non quero estudiar?”, “Non quero ler, déixame en paz, puta vella”, “a este profe voulle dar unha hostia...!”, “¿Jódete que non faga os deberes?” y a así ad infinitum, y así no querías seguir, o no podías, o ambas cosas.

            De manera que sí, este es el final. Acabóuse Don Amado


The End

jueves, 12 de noviembre de 2015

PRÓLOGO (y 4Y 5)

La cuarta motivación, si fuese la única, ya justificaría estas páginas: si la sociedad que representan sus lectores aún tiene valores que conservar, que recuperar, que revalorizar, que aumentar en número y calidad... valores morales, valores individuales, familiares y sociales, valores universales por los que luchar, valores que aprender y que enseñar... tal vez aquí encuentren un acicate, un remordimiento, un aliento, una posibilidad, un ansia, un aire limpio que viene del pasado y al que hay que abrir las puertas para que pueda pasar hacia el futuro.

            Este libro es una de esas puertas.

            Como no hay quinto malo, hay un buen quinto argumento: el optimismo. Mirando a este maestro echar la vista atrás, volvamos también nosotros la vista atrás, pensemos que “no lo hicimos tan mal”, que “valió la pena”, cojamos aire y digamos “ahí queda eso”. Optimismo vital, existencial, de pasado fértil, de pasado duro, de pasado ganado y perdido, pero de pasado empleado, bien empleado.  Así que también es un optimismo de presente: hoy es mejor que ayer, somos mejores, más cultos, más felices, más ociosos, más y mejor educados y, sobre todo, más libres. Y nosotros, los trabajadores todos, algo hemos ayudado en eso, algo hemos contribuido. El presente es mejor que el pasado, porque todos sabemos que “cualquier tiempo pasado fue peor”, y todos nosotros hemos construido esforzadamente este presente, aún a costa de habernos deconstruido profesionalmente, pero NO personalmente, sino al contrario: nos hemos hecho más y mejores personas en el camino ingrato del deber cumplido. Esa es la gratificación, la que nos da el hoy, ese es el optimismo, el que nos da el presente.

            Pero optimismo también de futuro, de realización, de búsqueda de tiempo. Dice un sabio amigo que se debería cambiar de trabajo cada tres años, yo digo que un maestro no debería cambiar de trabajo, pero sí  debería cambiar de centro de trabajo, de colegio, cada cinco años. Aunque mantengo que no hay que morir con las botas puestas, que uno no puede morirse trabajando, aunque su trabajo sea su vocación y aunque su vocación final fuese ser maestro, ni aún en el improbable caso de que continúe siendo su vocación después de 30 años. Que hay muchas más cosas que hacer y cada vez hay mucho menos tiempo para hacerlas. Y tal vez nos demos cuenta de que la vida no termina nunca, de que la vida siempre empieza ahora. Hicimos lo que pudimos, ahora hagamos lo que podamos.


            Este libro es una invocación al optimismo. 

martes, 10 de noviembre de 2015

PROLOGO (2 Y 3)

            Hay otra explicación, quizás más importante, que justifica la aireación pública de las memorias privadas de un maestro: remover las memorias personales de cada lector de manera que se sorprendan a sí mismos en esa espiral vital que nos hace pasar una y otra vez por la misma geografía de sucesos y decisiones, de oportunidades ganadas y perdidas, de alegrías y de penas, de logros y de fracasos...¿no sólo es que no cambiamos, es que no cambia tampoco el entorno?. En cada vuelta la espiral está más abierta, pero pasa el mismo río una y otra vez, los mismos valles y montañas, los mismos cielos soleados y tormentosos, los mismos vecinos, amigos y enemigos.. sólo cambian sus caras, sus nombres, sólo envejecemos. Aprendemos, sí. A reaccionar, a comportarnos, a perder y a ganar. Aprendemos, sí, a comunicarnos, aprendemos a aprender. Aprendemos, sí, a no reír muy alto, a llorar poco. ¿Como el prota de “Atrapado en el tiempo”, volvemos una y otra vez al mismo escenario y,a al contrario que él, repetimos una y otra vez la misma actuación?

            Este libro recorre esa espiral.


            Hay un tercer por qué: este maestro no expuso una última lección magistral. No hizo un discurso de despedida. No recibió un homenaje. No repartió bendiciones. No habló ex-cátedra. Don Amado (bueno, Amado a secas, seamos progres como él lo fue, peor para él)...Amado somos todos, y no sólo todos los maestros. Y cuándo él se pregunte sobre su papel social, sobre la huella (la fenda incluso) que dejó en los demás, el lector se verá quizás impelido a preguntarse por la suya, todos somos alumnos-maestros-profesores-padres. Y es que todos aprendemos y luego enseñamos, y todos dejamos “pegada”, y es bueno repasar esa huella antes de emprender la última, definitiva y diferente etapa vital, para comenzarla con las alforjas llenas no sólo de experiencias, sino también y sobre todo, de enseñanzas que enseñar, de proyectos que compartir, de alegría que dar, de amor que sembrar, de paz que prodigar.

            Este libro repasa esa huella.