EMPECEMOS
POR: THE END
ORGANISMO: CONSELLERIA DE EDUCACION E O.U.
RESOLUCIÓN DE
XUBILACIÓN
En
uso das facultades conferidas e previas as actuacións regulamentarias
oportunas, declaro a xubilación que a
continuación se detalla:
Apelidos e nome: --- Amado
Corpo ou escala: MESTRES
Tipo de Xubilación: Voluntaria anticipada
incentivada LOE
Anos de servicio ou período de
cotización: 32 Anos 0M 0D
Data de nacemento: 25/07/1949
Santiago de Compostela, 22
de maio de 2009
O Conselleiro de Educación e O.O.
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Todavía no has cumplido los 60, porque los cumples en
Junio, y ya recibes la resolución de jubilación, que surtirá efectos desde el 1
de Septiembre
Ya está, ya se acaba el curso, tu “derradeiro” curso. Ya estás jubilado. Acabóuse “Don Amado”. Adiós
al maestro. Fin de la Historia. The End.
…Lo de “DON Amado” tiene gracia, porque llevabas
años intentando que así te llamasen los alumnos, y tus logros en ese empeño
fueron ridículos, aunque el empeño no lo fuera. Claro que la culpa (como casi
todas) también la tuvisteis vosotros, los maestros progres de tu hornada...
pero de eso hablaremos luego,
Tú sabes que ya habías dejado de ser MAESTRO hacía
algunos años, aunque te resistías a aceptarlo, e insistías en ejercer como tal,
pero la realidad era que últimamente sólo eras Profe (ni siquiera “Profesor”).
Acabóuse
Amado, o mestre, o profe, o ninguén.
Tu adiós a las armas, tu despedida, ¿sabes la de quién me
recuerda?
Claro que lo sé. La de mi maestro más amado: DON
PEDRO. Sí: Don Pedro también “abandonó”
antes de tiempo, por motivos de salud primero, pero también (ésto lo supe mucho
después, me lo diría él mismo), por agotamiento y derrota desilusionada del
Maestro que era y que para mí fue siempre. Le encorajinaba desmesuradamente no
conseguir que sus alumnos aprovechasen sus enseñanzas como él quería. Tal era
la cólera que eso le causaba, que a menudo perdía los nervios y sus castigos
físicos también eran desmesurados, aunque no para la época. El sufría mucho ese
desmadre de su ira, y su corazón lo pagaba. Cuando se conseguía reprimir, que
era muchas veces, su corazón también lo pagaba. Desarmado pues, tuvo finalmente
que elegir entre su vida y su magisterio. Cambió radicalmente: dejó de utilizar
el cachete (los suyos eran “ostias”), pero también de apasionarse con la
enseñanza, dejó de gritar, pero también dejó de “enseñar”. Al poco tiempo se
retiró definitivamente, así no quería seguir, o no podía, o ambas cosas.
Después supe que la permanente represión política a que era sometido, fue la
causa realmente determinante de su alejamiento de la escuela. Pero también es
verdad que, tercamente, tú te seguiste sintiendo MAESTRO hasta hace bien
poco, aunque, desde luego, lo aceptaras
o no, los alumnos ya no te veían más que como Profe desde justo el día en que
“te trasladaste” al I.E.S., diez años atrás. Los padres son punto y aparte,
porque muchos de ellos dejaron de veros a los maestros como maestros desde hace
muchos lustros, y ni como Profesores os veían ya. Si acaso, “Profes de ESO”
Pero bueno, te reconoceré algo: es verdad que el último
año no pasaste de todo, no. Realizaste un último “experimento pedagógico”,
impelido, eso sí, por tu hernia discal, que te había martirizado los últimos
años, empeñado como estabas en explicaciones pizarriles que exigían
contorsiones dorsales tan dolorosas, y justificado por las últimas
“directrices” aconsejando técnicas de comprensión lectora en todas las áreas
del currículum...un experimento pedagógico (comprensión lectora), pero
tienes que reconocer que también había
ya una caída de brazos, recurrente: cada vez que te animabas a
levantarlos, diciéndote a ti mismo, que esa pedagogía era un aburrimiento para
los alumnos (¡y para ti!), que ya ibas teniendo la espalda bastante descansada
y saltabas a la pizarra, “aparecía” alguno de los pocos indeseables mentecatos
que en el aula había, (“moscas cojoneras”
les llamabas tú), normalmente requete-repetidores malcriados, o malnacidos
(genéticamente, digo), o abandonados (paternalmente, digo) y siempre
maleducados (maternalmente, digo), con tódolos
dereitos do neno, pero sin
obligación ninguna, o, por lo menos, sin “penalización” ninguna por lo que
hiciesen o dejasen de hacer, reventándote las ganas de volver a intentarlo, ya
sin ánimo como estabas para semejantes batallas perdidas. No valía la pena, te decías, tu espalda te
lo agradecía y los alumnos que valían la pena, que haberlos, hainos,
progresaban adecuadamente, sorprendentemente MUY adecuadamente, con la nueva
aburrida y antipedagógica pedagogía de lectura comprensiva y explicación
personalizada.
Cuando ya no podías ser Maestro, aún pudiste ser
Profesor. Ahora que ya no podías ser Profe, perdiste la vocación.
Es
cierto que tu espalda, herniada por varias vértebras, no estaba ya para muchos
trotes (y mucho trotar solías tú, con tus dibujos lineales en la pizarra, tus
ecuaciones, tus experimentos físico-matemáticos en el aula y fuera de ella, tus
Obradoiros, tus acuarios, cogumelos y
ajedreces…), no, ya no podías mantener ese tren de actividades y de vitalidad
docente, pero lo peor es que ya no podías enseñar con pasión, como solías, no
podías ser ya Maestro: los alumnos aún aprendían pero es que ya no querían
aprender y tú no tenías ya recursos para que siguieran tus métodos: estabas
perdiendo tu autoridad a pasos agigantados, al par que el profesorado todo,
autoridad barrida por las mareas de consignas tipo: “dereitos do alumnado”, “aprender xogando”, “todos somos iguais”, “usar
a memoria non é pedagóxico”, “¿Don Amado?, ¡Amado y vas que chutas!”, como
te espetó un crack del respeto, “se o
profe se porta mal, avísame, que vou alá”, como te contó una madre “muy
responsable” que le había “instruído” a su hijo el primer día de instituto; “¿a ver, por que suspendeu o meu neno?
¿eh?”, “¿a que che denuncio, profe?”, “a ti que carallo te importa se non quero
estudiar?”, “Non quero ler, déixame en paz, puta vella”, “a este profe voulle
dar unha hostia...!”, “¿Jódete que non faga os deberes?” y a así ad
infinitum, y así no querías seguir, o no podías, o ambas cosas.
De
manera que sí, este es el final. Acabóuse Don Amado
The End
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